La posición de
Trendelenburg es, básicamente, la que todas las doñas del barrio sugieren
cuando a alguien le da el patatús. En otras palabras, te da el yeyo y ellas te
levantan las piernas ("Pa´que la sangre te llegue al celebro") sin
piedad de tu falda y enseñando al pueblo entero que hace dos meses que no te
depilas las ingles. O sea, que consiste en elevar las piernas y bajar la
cabeza, de forma que ésta quede unos 10-15 grados por debajo del tronco. Las
doñas tienen razón: sirve para mejorar el retorno venoso en situaciones de
bajada de tensión arterial. Pero, ¿para qué se usa en el quirófano?
Básicamente, se usa para facilitar la cirugía de la parte inferior del abdomen
y de la pelvis. Si a usted le van a operar de una prostatectomía radical por
laparoscopia, probablemente, su cirujano pida a lo largo de la cirugía que
"le pongan en Tren". Por efecto de la gravedad, las vísceras tienden
a ir hacia la cabeza facilitando la manipulación quirúrgica de la zona baja del
abdomen.
También, la usamos
los anestesiólogos y anestesioblastos cuando queremos coger una vía central,
porque distiende la yugular interna y disminuye el riesgo de que una burbuja de
aire pase a la sangre en el momento del pinchazo.
Pero el
"tren", como coloquialmente se la llama, tiene su lado oscuro. La
presión del intestino en el diafragma limita la respiración del paciente y
favorece el vómito (al aumentar la presión en el estómago). Por otro lado, la
compresión de las venas y arterias de la parte superior del cuerpo hace que
aumenten, también, la presión en el cerebro y en los ojos y que se produzca
hinchazón de la cara y de la vía aérea por la que respiramos (con lo que
podemos tener problemas a la hora de retirar el tubo endotraqueal al paciente).
Por eso, los
anestesistas, en general, limitan el tráfico ferroviario y los "trenes"
largos y de alta velocidad.
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